¿Por qué nos gusta tanto el olor de los bebés?
La razón científica de que nos guste tanto el olor de los bebés como siempre y como todas las razones científicas, no es tan poética como lo que solemos imaginar, pero tiene en si misma la poesía de la biología, de lo irrefutable y no hay nada mejor que eso.
Es curioso que todas las personas que hemos tenido hijos o el contacto con un recién nacido en algún momento, percibimos ese aroma tan agradable en cuanto nos lo echamos a los brazos y apenas asomamos nuestra nariz sobre su coronilla.
Según la ciencia este aroma responde a un truco de la naturaleza que les ayuda a sobrevivir durante sus primeros días de vida.
El médico Johannes Frasnelli, profesor de Anatomía de la Universidad de Quebec, co-dirigió en el año 2013 un estudio en el que analizaba la respuesta de un grupo de mujeres al aroma desprendido por el cuerpo de un recién nacido.
Pero antes de ver sus conclusiones tengamos en cuenta una de sus reflexiones, cuando nace un niño, sus únicas funciones y objetivos son comer, dormir y evacuar para volver a comer, dormir… es decir, no son seres que llegan al mundo cargados de diversión a pesar de los que casi toda madre o padre afirmaría (es lo mejor que me ha pasado!) por lo que debe haber un mecanismo que rápidamente construya un lazo entre la madre y el bebé, una especie de reclamo para caerle bien. Ése es el olor.
En el estudio, seleccionaron a 30 mujeres de las cuales la mitad acababan de ser madres y la otra mitad nunca habían tenido hijos. Al tener un bebé de menos de dos días en los brazos, los investigadores registraron que en los cerebros de todas ellas se activaban las regiones cerebrales relacionadas con el sistema de recompensa. Es decir, todas reaccionaron como si se tratara de un manjar o una droga. Ellos nos embaucan y nosotras nos dejamos embaucar. Qué lista es la ciencia.