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¿Pueden las palabrotas beneficiar a su vida y a sus relaciones?

Si eras un niño a principios de los 90 o antes, puede que seas bastante consciente del nivel de prohibición que suponía decir palabrotas. Era un asunto bastante importante. Los padres ponían orejeras a sus hijos cuando estaban cerca de adultos desconsiderados o de películas clasificadas como R por su lenguaje, mucho más de lo que vemos hoy en día. Tal vez fuera la pandemia, o tal vez la era de Internet: sabemos que no podemos proteger a nuestros hijos de muchas cosas cuando tienen el universo en la punta de los dedos y en el bolsillo.

Algunas palabras salen de la boca con más facilidad que otras, sobre todo en momentos de cierta, digamos, pasión. Los sonidos germánicos como "fuck" y "shit" y las palabras francesas o latinas como "piss" y "damn" simplemente satisfacen una necesidad cuando llega el momento. Todos los eufemismos dulces del mundo, como "fudge" o "shoot", simplemente no consiguen el objetivo, y todos lo sabemos. Estamos condicionados socialmente a sentirnos así y no hay vuelta atrás. ¿Pero es realmente tan malo?

La ciencia dice que tal vez no. Curiosamente, unas cuantas consonantes crujientes pueden proporcionar un pequeño nivel de alivio del dolor. Por supuesto, ese dolor es el dolor físico que experimenta la persona que jura. Las palabrotas también pueden infligir dolor si las utilizas contra alguien, y ahí es donde entran en juego la compasión y la autoconciencia. De lo que estamos hablando es de decir palabrotas socialmente, incorporándolas al lenguaje cotidiano y diluyendo un poco el factor de choque en todo tipo de entornos sociales, como el trabajo, las fiestas o los encuentros con un conocido o un viejo amigo.

Las palabrotas también se han relacionado con la honestidad. Los estudios demuestran que mostramos nuestras emociones más genuinas cuando entran en juego las palabrotas. Quizá sea porque expresamos nuestros verdaderos sentimientos de pasión en torno a un tema cuando las palabrotas entran en el contexto. A algunas personas les resulta fácil mentir, pero es más difícil fingir pasión de forma convincente.

Otra razón por la que las palabrotas pueden estar aumentando es que el feminismo está acabando con la tradición. Aunque en décadas pasadas decir palabrotas podía parecer "impropio de una dama", francamente, ya hemos terminado con esa mierda. También puede verse como un acto de rebeldía contra el patriarcado; un contraste con lo que esperan de las mujeres. El coloquialismo burdo nivela el campo de juego en los deportes, pero también en las relaciones románticas, platónicas y profesionales, cuando es apropiado.

¿Y cuándo es apropiado? Esa es una pregunta más matizada con una respuesta que a nadie le gusta: depende. Decir palabrotas puede ser una forma de generar confianza en las nuevas amistades o en las relaciones profesionales. Demuestra que hemos bajado la guardia lo suficiente, transmitiendo que confiamos en el otro/que no nos juzgará y mostrando que nos sentimos iguales a él. En realidad, se trata de utilizar tu mejor criterio, tu conciencia social y tu capacidad de observación para determinar cuándo es un buen momento para soltar una palabrota. ¿Nuestro mejor consejo? Utiliza las palabrotas con la mayor moderación posible cuando las dirijas a alguien o las describas. Las palabrotas pueden ser poderosas, pero los cotilleos malintencionados son desagradables para todos.

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