Me hice un trasplante de cejas y juro que mi cara parece más joven
Hubo un tiempo en que tenía unas cejas pobladas y gruesas. Siempre me crecían hacia abajo y eran un poco rebeldes, pero eran pobladas.
Tenía cinco años.
¡Katy Perry en la portada de Interview no parece ella! ¿Qué significa tener cejas espesas?
Como niña de los 90, empecé a depilarlas, pelo a pelo. En 1996 ya tenía las cejas finas como un lápiz, la tendencia del momento, gracias al icónico look de Kate Moss con sus cejas finas.
Luego vino el piercing en la ceja, una pésima elección. Los pelos de la zona del piercing se cayeron y nunca volvieron a crecer. Muchos de los pelos que me arrancaba tampoco volvían a crecer, así que después de años probando pociones de crecimiento y finalmente recurriendo al microblading (no para mí: me dejó un tono rosado en la piel que todavía conservo), estaba a punto de rendirme y rezar al cielo para que las cejas delgadas volvieran a estar de moda. Entonces, una amiga me habló de un procedimiento que se había hecho recientemente: un trasplante de cejas.
Interés despertado.
La intervención la llevó a cabo el Dr. Jason Champagne, el mejor experto en transplantes de cejas de Los Ángeles, que trabaja en la misma consulta que el Dr. Jason Diamond, amigo de Poosh. Inmediatamente reservé una consulta.
La buena noticia: Los trasplantes de cejas son relativamente sencillos, con poco tiempo de inactividad y resultados muy eficaces.
La mala noticia: en mi búsqueda de cejas más pobladas, había sucumbido a la moda del microblading, dejando tejido cicatricial que podría dificultar el crecimiento del pelo trasplantado. El Dr. Champagne me explicó que, aproximadamente dos o tres semanas después del trasplante, todos los pelos de las cejas recién insertados se caen, y que el nuevo crecimiento normalmente florece a los cuatro meses aproximadamente. Pero debido al tejido cicatricial, probablemente tendría un crecimiento ligeramente inferior al de alguien que no se hubiera hecho microblading.
También me explicó el procedimiento en sí. Me quitaría una fina capa de pelo de la parte posterior de la cabeza y me suturaría esa zona para que ni siquiera el cortapelos pasara por alto los mechones. Me quitarían los puntos en diez o doce días. Tenía que dormir sentada dos o tres noches debido a la incisión de la nuca y al nuevo pelo de las cejas. Sinceramente, esta fue la parte más molesta de todo el proceso. Al cabo de dos semanas, los pelos recién implantados empezaban a caerse y no podía tocarme la zona de las cejas ni utilizar cremas, hidratantes o productos para las cejas que pudieran obstruir los nuevos folículos.
En unos cuatro meses empezaría a crecer el nuevo vello permanente, que culminaría a los seis meses con el vello real de la parte posterior de la cabeza, que se convertiría en el nuevo vello de mis cejas. Como los nuevos pelos proceden de mi cuero cabelludo, el Dr. Champagne me dijo que probablemente tendría que recortarlos una o dos veces por semana, para que no crezcan más que los pelos de mis cejas. Y déjame decirte que el pelo de mi cabeza crece muy rápido. Me recorto las cejas unas tres veces por semana. En un safari en África, acampada en una tienda de campaña, me las arreglé para seguir una rutina de siete pasos para el cuidado de la piel y recortarme las cejas. Prioridades.
Así que ese fue el proceso: no estuvo mal y, sin duda, mereció la pena para tener unas cejas pobladas de por vida. Incluso un 75% más de vello que en mis cejas actuales era una victoria para mí, así que rápidamente decidí fijar una fecha.
La mañana de la intervención, el Dr. Champagne y su equipo de enfermeras me pusieron muy cómoda con una inyección de lidocaína y un Valium. A continuación, el Dr. Champagne me extrajo una línea muy fina de pelo de la parte posterior de la cabeza, cortando por debajo de la raíz.
A continuación, el Dr. Champagne me hizo pequeñas punciones en las cejas e insertó el pelo y el folículo en los minúsculos orificios. Es un proceso tedioso que requiere precisión y paciencia, así que dormí a ratos (gracias a los sedantes), escuché un podcast, me quedé quieta para no interrumpir su trabajo y, al cabo de unas seis horas, el procedimiento había terminado.
Me miré en el espejo y, por primera vez desde mi preadolescencia, tenía las cejas pobladas. Y con una forma preciosa. El Dr. Champagne había dibujado el arco para mi aprobación antes de la colocación del pelo, por supuesto.
Me obsesioné de inmediato. Pero también sabía que, una vez que se cayera el pelo, no podría decir cuánto volvería a crecer. Llegados a este punto, era un juego de espera.
Después de que se cayeran los pelos y brotaran los nuevos, me quedé impresionada de lo pobladas que me quedaron las cejas, incluso con los terribles efectos del microblading. Claro, no eran tan gruesas y llenas como inmediatamente después del procedimiento. Pero esperaba un crecimiento del 75% en el mejor de los casos, y sin duda tuve un crecimiento más significativo (diría que del 80%, pero no conté cada mechón).
Dos años después, sigo enamorada de mis cejas. No pasa un día sin que me alegre de haberme sometido a la intervención. Unas cejas pobladas enmarcan mejor mis ojos y hacen que mi rostro parezca más joven.
Cuando me miro en el espejo, ya no me preocupan las calvas que no crecen ni los restos de color rosáceo del microblading que han teñido mi piel de forma permanente. Ahora tengo pelos para tapar ese desastre.
Pero, ¿el mejor beneficio?
Mis arcos más llenos me dan más confianza, como si hubiera redimido mis errores de adolescente. El hecho de que me depilara con pinzas y me esforzara al máximo por seguir las tendencias no debería ser un remordimiento con el que vivir, y ya no lo es. Cualquier procedimiento electivo debe tener en cuenta cómo te hace sentir, y yo me siento fantástica con mi elección.
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