Mis rituales de belleza brasileños son parte de mi historia de inmigración

Nací y me crié en Brasil. Crecí en un pueblo muy rural en medio del campo, así que no hay playas ni montañas. Mi madre trabajó en un salón de belleza durante algunos años cuando éramos jóvenes. Probablemente ganaba alrededor de [el equivalente a] 180 dólares al mes, y con dos niños y sin padre, era muy difícil criarnos.

Mi madre se enteró de que una amiga suya del instituto se había mudado [a Estados Unidos] y se había convertido en limpiadora de casas. Su recomendación fue ir a una zona como Connecticut porque allí se podía ganar más dinero por la limpieza. Esa fue la principal razón por la que nos mudamos a Connecticut, y la segunda fue la educación. Fuimos a una ciudad llamada New Canaan, conocida por sus excelentes escuelas públicas. Vivimos en un apartamento de una habitación los cuatro -mi madre, mi padrastro, mi hermano y yo- durante 10 años.

Las mujeres brasileñas se preocupan mucho por la forma en que se presentan. Siempre se espera que se arreglen el pelo y las uñas. Los salones de belleza son algo muy grande. Incluso en los barrios más difíciles, hay muchos salones de belleza frente a frente. Fui el año pasado y me hice un blowout por creo que menos de 4 dólares. Cuando nos mudamos aquí, obviamente había dificultades económicas para mantener el ritmo, así que lo hicimos en casa.

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Mi madre y yo somos las mejores amigas. Durante esos 10 años nos hemos acercado mucho por los rituales de belleza que hacíamos juntas. Nos depilábamos la una a la otra. Nos alisábamos el pelo mutuamente. Nos teñíamos el pelo la una a la otra. Y fue [durante] esos momentos íntimos de intimidad en los que nos sentábamos juntas durante un rato y podíamos hablar de los dramas de los chicos, de los cotilleos de la amistad, de los objetivos de la vida, como lo harías en un salón de belleza.

Cuando nos mudamos, me sentí muy avergonzada por mis prácticas de belleza en casa, especialmente porque en ese momento no estaban de moda. Especialmente en la ciudad en la que vivía, no tenía a nadie con quien relacionarme. Mentía todo el tiempo diciendo: "Me hice esto en un salón de belleza". Pero definitivamente lo hice yo misma.

La belleza brasileña es de alto mantenimiento, pero también se trata de estar cerca de la naturaleza. Cuando estaba en el instituto [alrededor de 2013], el maquillaje súper pastoso con productos caros de Sephora estaba de moda en Instagram. No fue hasta la universidad, cuando el look natural se puso de moda, que empecé a adoptar realmente las prácticas de belleza con las que crecí. Por ejemplo, cuando me desmaquillo, hasta el día de hoy, uso aceite de jojoba o de coco. Utilizo camisetas viejas cortadas en cuadraditos y las tiro a la lavadora. De hecho, mi abuela me enseñó a hacer mi propia loción bronceadora con zanahoria, raíz de remolacha y aceite de coco. Lo pones todo en un paño y lo exprimes y te deja un bronceado dorado muy bonito.

Me mudé a Nueva York hace cinco años para estudiar diseño de comunicación en Parsons. Este es mi segundo fanzine. El primero trataba de los problemas de la inmigración a los Estados Unidos y de cómo lidiar con la vergüenza y la culpa. Cuando me puse a investigar para éste, me di cuenta de que no hay suficientes historias sobre la belleza y la inmigración, y creo que esto se debe a que hay mucha vergüenza detrás, y mucha gente no quiere hablar de su vergüenza. Creo que esta historia va a llegar al corazón de personas que no suelen hablar de ello.

La portada del fanzine lleva mariposas, que han sido muy simbólicas en mi vida. [He oído que cuando un humano ayuda a una mariposa a salir de su capullo, las alas se debilitan demasiado y la mariposa muere. Así que las mariposas tienen que soportar [el] dolor por sí mismas para poder florecer. Ese capullo ha simbolizado mucho para mí sobre la inmigración a Estados Unidos y el intento de encontrar mi identidad, y tener alas fuertes para salir al mundo. - Contado a Dianna Mazzone

Beauty & Immigration, de Ares Maia, ya está disponible para su reserva en aresmaia.co.