Cómo afrontar la vergüenza y que no se convierta en un trauma

Seamos realistas: ¿quién *no* pasa vergüenza de vez en cuando? La vergüenza es otro de esos sentimientos universales que nos hacen humanos. Es totalmente normal... pero no es una experiencia muy divertida. ¿Te preguntas cómo sentirte mejor cuando te caes delante de la persona que te gusta o se te cae la botella de agua en medio del pasillo? Sigue leyendo para conocer todas las soluciones a la vergüenza que todo el mundo podría utilizar en su vida.

Ríete

Cómo detener una pequeña pelea antes de que se convierta en una mayor Tu complacencia con la gente podría ser en realidad un síntoma de trauma

A veces, la mejor manera de disimular un pequeño desliz embarazoso es simplemente reírse de él. Reconoce tu vergüenza y cuéntasela a tus amigos. Seguro que te echas unas risas (y posiblemente aprendas un nuevo chiste). Además, te darás cuenta de que no es para tanto como pensabas.

Recuerda que eres humano

Lo más importante que tienes que recordar si se te ponen las mejillas coloradas de vergüenza por haber estropeado la presentación de historia o por haberle soltado algo raro a la persona que te gusta? Tú. Eres humano. Los humanos cometemos errores. ¡Y no lo olvides!

Pruebe las afirmaciones positivas

Panorama general

PSA: Estás en una roca flotante en el espacio exterior. En esencia, las cosas no siempre son tan grandes como parecen. Derramar salsa de tomate sobre tu camisa blanca puede parecerte horrible en el momento (y durante el resto del día...), pero dentro de cinco años... ¿ni siquiera te acordarás de que ocurrió? Puede que ni te acuerdes de ello.

Respira hondo

Háblalo

DE ACUERDO. Te has reído con tu mejor amiga, has escrito unas 100 afirmaciones, has respirado hondo... pero si sigues sin poder deshacerte de la horrible sensación de vergüenza... no hay por qué avergonzarse de acudir a alguien de confianza (como un hermano mayor, un padre o un orientador escolar) para hablar de ello a un nivel más profundo. No te avergüences de acudir a alguien en quien confíes (como un hermano mayor, uno de tus padres o el orientador escolar) para hablar de ello a un nivel más profundo. Lo más probable es que al desahogarte te sientas mucho mejor.

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